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Los vecinos arreglan los caminos

Las Hurdes siempre han arrastrado el problema de la incomunicación, sobre todo hacia el exterior, siendo un lastre para sus habitantes porque se veían aislados por todos los costados. Llegó la mano benefactora de la Sociedad “Esperanza de Las Hurdes” y puso manos a la obra para solucionar el problema, ayudada 20 años más tarde por el Real Patronato de Las Hurdes, quien hizo las primeras carreteras.

 

Pero si el aislamiento se producía hacia el exterior, en el interior solía pasar lo mismo: “en el plano meramente espacial, el poco afán por irse del pueblo es visible en la casi total ausencia de caminos que portan de él. Los senderos son como invisibles, a excepción de dos cañadas, una que asciende hasta el pueblo y otra que parte de él hacia la sierra donde están las majadas de ganado cabrío. Ambas cañadas son muy cortas, ya que se pierden entre las pizarras después de unas pocas decenas de metros. (...) Sin embargo, no se trata de una ausencia de caminos, pues, además de los dos de largo recorrido el espacio inmediato que se sitúa alrededor de la alquería está surcado por un retículo de caños (acequias) que, llegando pronto a las fincas, se multiplican hasta llegar casi al infinito. En sus quehaceres cotidianos los vecinos del pueblo se conforman con los caños, siguiéndolos y trepando. Ciertamente, se sale y se entra en la alquería, pero la mayor parte del tiempo se vive en ella porque la alquería está organizada sólo para eso. Irse a otra es siempre incierto e incluso peligroso, el camino ha estado desde siempre a merced de las violentas lluvias invernales y del paso del tiempo que lo borra todo1”. Pero estas afirmaciones pertenecen a un pasado muy remoto, incierto, pero que fue evolucionando, no sólo porque el tiempo lo dictaba, sino por las necesidades que acuciaban a los habitantes de Las Hurdes.

Pero caminos han existido en Las Hurdes, hechos a mano por los propios hurdanos, no los externos, sino los internos, los de uso común por sus habitantes, aquellos que eran de paso permanente para los quehaceres del campo y que eran necesarios que estuviesen bien transitables. Enrollados o simplemente pisados, necesitaban de su cuidado permanente, ya que el monte crece con rapidez y los borra. Es por ello, que existía la costumbre, los días de fiesta, de reunirse los hombres del pueblo, antes de la misa, bien temprano, para ir a tal o cual camino a resanarlo, a limpiarlo, en definitiva, a dejarlo bien preparado para que el común pueda utilizarlo sin ningún problema. Y si se ven algunos de ellos, se puede observar el trabajo tan duro y delicado que se hacía, ya que algunos caminos son verdaderas obras de arte, similares a cañadas romanas debido al enrollado que se hacía, facilitando al tránsito de las caballerías con sus correspondientes cargas en sus lomos. En la actualidad, hoy en algunas alquerías se sigue manteniendo esta ancestral costumbre, ya que sirve para mantener unido al pueblo en fraternidad y unidad común.

1 CATANI, Mauricio. La invención de Las Hurdes (1): una sociedad centrada en sí misma. Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1989, p. 26-27.

 

 

Mancomunidad de Las Hurdes