Cuento. Sin título
Érase una vez un lobo que encontró una olla, pero por falta de agua no la pudo preparar. Siguió andando y se encontró una fuente, pero como no tenía olla, de poco le servía el agua. -”Tonto de mi, por falta de agua la olla no me comí; y ahora que tengo agua, la olla yo la perdí”-
Al cabo de unas horas de andar, llegó al pueblo de Serradilla, y allí, en un “prao” vio a una yegua con un potro. El lobo le dijo a la yegua:
-”Lo siento, pero te voy a comer”-
Y va la yegua y le dice:
-”Más lo siento yo, que ahora como estoy desherrada, tengo las carnes más duras”-
Y le dijo el lobo:
-”No te preocupes que ahora te hierro yo”-
Se puso a herrar a la yegua, y cogió la yegua y le pegó una patá que le tiró todos los dientes.
El lobo le dijo:
-”Ay, pobre de mi que nunca he sido herrero!¿Para qué me metería en estos oficios?”-
Siguió el lobo caminando y se encontró con dos carneros en un “prao”, y les dijo:
-”¡Ay carneros, que os voy a comer!
Los carnero le dijeron:
-”No sentimos que nos comas, sentimos que vamos a partir este “prao” y necesitamos a uno que se ponga de mojón”-
Dijo el lobo:
-”No hay problema, yo me pongo de mojón”.
Se puso en medio, de mojón, y van los carneros y ¡pumba!, le dieron buenos topetazos que le dejaron derrengao.
Salió el lobo corriendo y se metió en un gallinero. Va y les dice a las gallinas:
-”Lo siento pero os voy a comer a todas”.
Las gallinas le dijeron:
-”No sentimos que nos comas, lo que sentimos es que tenemos que cantar misa”.
Dijo el lobo:
-”No hay problema, yo os ayudo a cantar y luego os como”.
Las gallinas empezaron a cantar y el lobo también empezó con aullidos. Al momento salió el granjero y les dijo:
-”Juanito, aguarda un poquito entre las gallinas, que cantas muy bien”.
Y fue, y le tiró la horca, y se la clavó en el cuello. Y cogió a lobo, y lo tiró al río. El agua del río lo llevó hasta la pesquera de un molino, y como estaba deteniendo el agua, salió el molinero a ver qué pasaba, y vio que era un lobo el que estaba deteniendo el agua. Cogió un palo y le mondó las costillas. El lobo se escapó y se fue a descansar debajo de una encina. Se sentó allí y comenzó a echar lamentos y maldiciones:
-”¡Qué vida la mía, mala gangrena me coma! Por falta de agua, no comí la olla. Por meterme a herrero, me encontré una yegua, sin maldito el diente me dejó la boca. Me puse a partir con los dos carneros, no me quedó maldito el hueso. Me puse a cantar en el gallinero, me clavó la jorca el señor granjero. La misa del gallo la canté corriendo, si llego a saberlo, la canto despacio. Y llegué al molino, salió el molinero, que me manteó igual que un mantero. ¡Que me val Dios, el que está en los cielos!¡Sólo me faltaba, me faltaba eso, que caiga un destral del alto del cielo, me de en la cabeza y me diere muerto!
Y resulta, que estaba un hombre subido en la encina que estaba mondando, y fue y se le cayó el destral, y le vino a caer al lobo en la cabeza, que le dejó allí muerto para siempre.
Gloria Rodríguez, Elvira Iglesias y Manuela Guillermo. EN: El Correo jurdano, n. 8, (diciembre 1996), p. 19.