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Cuento. Los tres compadres

En un pueblo cercano a éste vivía el tío Juan, un señor muy listo, el cual tenía dos compadre muy torpes y cortos de entendederas. Un buen día, el tío Juan, que gustaba de tomarle el pelo y liárselas a sus compadres, los invitó a comer a su casa. Cuando llegaron a la hora acordada para comer, preguntaron a la tía María, mujer del tío Juan, por su marido y ésta les dijo:

-está en la cuadra de los animales, id a buscarle, que allí lo encontraréis-

Llegaron a la cuadra y se encuentran al tío Juan rebuscando entre los buñicos, y le dicen:

-compadre, ¿qué estás haciendo?-

y éste le contesta:

-ahora mismo os lo explicaré. Tengo una mina en casa. Este burro que estáis viendo aquí, caga dinero-

-pero, ¿cómo puede ser eso?- replican los dos compadres muy sorprendidos.

-ayudádme a buscar entre los buñicos y veréis cómo encontramos el dinero-, dice el tio Juan.

Se pusieron los tres a rebuscar y encontraron 18 perras gordas. Los compadres, después de ver esto, decidieron comprarle al tío Juan el burro:

-compadre, tenéis que vendernos el burro-

y el tío Juan le contesta:

-no puedo vender este burro, porque con él tengo solucionada la vida, tan sólo tengo que esperar que vaya cagando el dinero que necesito-

 

Después de mucho rogar, consiguieron que les vendiese el burro, el cual pagaron a gusto y gana.

Muy contentos los dos compadres, cogieron el burro y regresaron a su casa a contarles a las mujeres la compra que habían hecho. Al llegar a casa contaron a las comadres toda la aventura. Llevaron el burro a la cuadra y esperaron que cagara el dinero y, efectivamente, el burro cagó dos perras gordas (eran las dos que faltaban porque el tío Juan le había dado a comer una peseta), pero después de ésta, esperaron un día, y otro día, y el burro no volvió a cagar dinero. Se dicen los compadres uno al otro:

-¡ay compadre, el tío Juan nos ha engañado, hay que ir a matarle!-

Se pusieron en camino y llegaron a casa de su compadre. Éste, que los había visto venir, se dijo para sí:

-ya me han pillado, éstos vienen a matarme-

Llegaron los dos a la casa y le dicen:

-compadre, venimos a matarte-

El tío Juan les contestó:

-pero antes tenemos que comer algo-

Cogió un conejo que tenía, le ató una nota al cuello, le dio dinero y lo mandó al bar para que trajese bebidas y comida. Los dos compadres miraron la escena atónitos y no sabían qué decir.

 

Al cabo de un rato aparece el dueño del bar, que estaba liado con el tío Juan, con las botellas de vino, cerveza y la comida preparada.

-¡caramba, esta sí que es gorda!-, se dice un compadre al otro: - el otro día un burro que caga dinero y ahora un conejo que hace todo lo que se le manda, ¡vaya conejo tan inteligente!, con éste no tendríamos que movernos para nada. Compadre, tenéis que vendernos este conejo.

El tío Juan contestó:

-no puedo vender este conejo porque es un verdadero alivio para mí-

Pero después de una larga discusión, de nuevo consiguen que le vendiera el conejo a un alto precio.

 

Vuelven a su casa, ponen el conejo en la puerta y le piden que vaya al bar a por vino. El conejo que se ve libre en la calle, ¡patitas, para que te quiero!, se escapó al monte. Los dos compadres de nuevo se sienten engañados y muy enfadados, deciden ir a matar al tío Juan. Éste que se lo imagina, prepara una nueva broma.

 

Llegan los dos compadres a la casa, entran y le dicen al tío Juan:

-¡compadre!, de ésta ya no os escapáis, venimos a mataros-

El tío Juan de nuevo les dice:

-sí, pero antes tenemos que comer algo-

-no, esta vez no nos la vais a liar-, replican.

Entran en la casa y el tío Juan le dice a su mujer:

-María, ¿has preparado algo de comida?-

Y ésta le dice:

-no, yo no tengo nada hecho, no sabía que venían los compadres a comer-

Muy enfadado, saca la navaja del bolsillo y se la clava en el cuello a la mujer, a la cual, anteriormente le había colgado al cuello una tripa llena de sangre de una chivo que había matado. Como la sangre es muy escandalosa, al clavarle la navaja empieza a brotar en gran cantidad y la mujer cae al suelo.

-pero compadre, ¡que habéis hecho, habéis matado a vuestra mujer!-

-no os preocupéis, vosotros comed tranquilos y luego os explicaré de lo que soy capaz-

 

Comieron tranquilamente, y después el tío Juan coge unas castañuelas que tenía y se pone a tocarlas al lado de su mujer tendida en el suelo: chaca, chachachá, chaca; al sonar de las castañuelas, la mujer se iba enderezando hasta quedar completamente de pie.

-¡no puede ser, la ha matado y ahora la ha hecho revivir! Tenéis que vendernos las castañuelas, compadre-

 

Y así lo hicieron. Por el camino, los dos compadres iban debatiendo a cual de las mujeres matarían primero. Llegaron a casa y mataron a una de las mujeres, se sentaron a comer y al terminar se pusieron a tocar las castañuelas sin parar, pero el ver que la mujer no se levantaba decidieron ir a matar a la otra, y luego volverían. Así lo hicieron, pero por más que tocaron las castañuelas no consiguieron que sus mujeres revivieran. Muy ofendidos y engañados por tercera vez, volvieron decididos a matar al compadre.

 

Esta vez lo cogieron, lo metieron en un serón, le taparon con una manta y lo ataron decididos a tirarlo al río. Emprenden el camino y echaron al burro delante mientras ellos entraron en una taberna y allí pasaron largo rato bebiendo vino.

 

El burro sigue por su camino y el tío Juan, dentro del serón, ve a la orilla de un camino a un pastor con sus ovejas. Al pasar cerca de él, empieza a decir:

-¡me llevan a ser el rey y yo no lo quiero ser!, ¡me llevan a ser el rey y yo no lo quiero ser!-

-¿qué dice usted?- dice el pastor.

La voz dentro del serón dice:

-que me llevan a ser el rey y yo no lo quiero ser-

-¿quiere ser usted pastor?-, le dice éste.

 

El tío Juan dice que si y el pastor se mete en el serón y el tío Juan se queda de pastor.

 

Llegan los dos compadres al sitio indicado, cogen el serón y lo tiran al río. Muy contentos, regresan a casa habiendo acabado para siempre con su burlador. En el camino de vuelta, se encuentran al tío Juan cuidando un rebaño de ovejas. Sorprendidos y atónitos sin dar crédito a lo que ven, dicen:

-¡pero esto no puede ser!, si acabamos de tirarlo al río y ahora está aquí-

-¡esperad compadres que os cuente! Por cada burbujita que salía del agua al tirarme al río, salía una oveja y su corderito, y ¡eso que me tirasteis en la parte alta, que si lo llegáis a hacer en la baja saldría una vaca con su ternerito!-

Los dos compadres muy ambiciosos se meten cada uno en una parte del serón, atados con la manta, y le piden al tío Juan que los tire al río. Éste, coge el serón y lo vuelca en la parte honda del río, ahogando a sus compadres y habiendo conseguido burlarlos por cuarta vez.

 

 

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