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Cuento. Jáncana

Pues estu era un señó que se había quedao viudo con dos hijos. Y tenía el señó una vecina que estaba soltera, y ésta tó se volvía decirle a los niños que le dijeran a su padri que se casara con ella, y tós los días con el mismu sermón. Y dicían los niños:” Papá, cásati con la señora, que mos da pan con miel”. Entonci, su padri les decía: “No, hijos, que hoy vos da pan con miel pero otro día vos dará pan con jiel”.

Pero los hijos venga a insistí, venga a insistí… y ya, tanto le insitierun que fue y se casó con la vecina. Ahora, al poco tiempo de casarse con la vecina, ya les estorbaban a ésta los niños. Y ya fue un día la tía mala esa y le dijo al padre: “¡Alargá a estos los tus hijos de aquí, que nos los quiero ni ver!”.

Tanto, tanto la amenazó la mujè que ya tuvo que cogé a sus hijos y llevarlos angañaos, pa un sitio mu lejos. Y fue y llevó una calabaza de esas que se usaban antes pa bebé. Y fue y la colgó de un árbol, de un robri. Y la calabaza daba en el árbol, y se oía ¡pam, parrapán, pam! Y decían los niños: “¡Pam, parrapán, pam, pan, mi papá cortando lleña está!

Ahora ya se hizu de nochi y dejó de oirse la calabaza. Claro, es que el padre la había descorgao y se la había llevado pa’ casa. Y dicin los niños: “Ya se fue el padre y nos ha dejao aquí solos, en el medio del bosque”.

Pero dici el hermano mayó: “Tranquilo, que cuando hemos veníu pa’quí, pal bosque, he venío haciendo un reguero, un camino con pipas de calabaza, que traía el bolsillo lleno”.

Con que cogin el reguero de pipas y, pim-pam, se presentaron en casa, y fueron y se subieron al sobrao. Y abajo, en la cocina, estaban el padre y la madrastra cenando un caldito. Los niños, como tenían mucha hambre, que no habían cenao, pos claro… Dice ya el chico, que estaba viendo la cocina pol un bujero que había en el techo: “Ay, quien pillara unn poquinu de esi calditu…”

Bueno, pues ya los vierun y, claro, la madrastra, cumu que ella no sabía ná, fue y les dijo: “Andá, abajar y tomar el caldinu”.

Pero, luego, a solas, cogió al maridu y lo pusu buenu: ¡con que los habías llevao pal disierto! Cogi mañana, sin falta, y los llevas más lejos, ya que no los puedo resistí que estén a la mi vera. ¿Entendido?

Bueno, pues otra vez los llevó el padre, engañaos, pa otro sitio más lejos, y otra vez que dejó de oirse la calabaza, y vuelta a lo mismo. Pero esta vez había llevao el mayó un puñao de alubias y había hecho un reguero de alubias y, pim-pam, llegaron, de nuevo a casa. Estaban subíos en el sobrao, y andaban el padre y la madrastra comiendo una migá de leche. Y dici el chicu: “Ay, quien pillara esas migá de lechi…” Claro, ya le tuvum que dar un poco de la migá de lechi. Cogi la madrastra, pesca al padri a solas y le dici: “Si mañana vuelvin tus hijos a esta casa, ya te puedis aprevení, que las vas a dejá toas de sobra. ¡Acuerdati bien de lo que te digu!

Con que volvió el padri a llevarse a los hijos, y ya, a la postura del sol, dejó de soná la calabaza. Dici el grandi: “No te preocupis, que hoy he jechu un regueru de migas de pan”. Pero claro, habían venío los pájaros y se habían comío las migas de pan. Ahora, ya se vieron solos en el bosque. Cumu niños que era, pos enseguida se zurraron de miedo. Se pusun a andá y vieron, a lo lejos, una luz, y fueron pa’llá, y era una cueva de una Jáncana, que andaba jiciendu de comé, que estaba jiciendu tirulinus. Y se ponían asín: “¡Tirulinus para mi papinu!¡Tirulazos para mi papazo!¡Sape, gato, no lo comas!

Ahora, a la hermana chica le hizo gracia lo que dicía la Jáncana, y le dió la risa, y fue la Jáncana y ya los vio. Dici: “¡Ah!, con que aquí estáis!¡Qué delgaininus!

Con que los jartó de comé y, aluegu, les dici: “Ahora, vos voy a meté en un arca, que ahí vais a está de quietu, que yo vos daré bien de comé, pa que engordéis mucho”.

Claro, lo que quería la Jáncana es que se pusieran gordos, pa comérselos dispués, que a las Jáncanas les gustan muchu los niños gordos y tiernos. Con que los encerró en el arca y tós los días les echaba por un buraquito la comida. Pasaba ella pol allí y les dicía: “A vé, enseñarmi el dedito, a ver si habéis engordo”.

Y los niños sacaban el deditu y se lo enseñaban; pero comu tenían el dedinu mu delgainu, pos los iba dejandu… Y luego ya cogieron a un ratón y le cortaron el rabo, y ya, tos los días le enseñaban el rabu en vez del dedinu. Y ella, la Jáncana, dicía: “¡Huy, que delgadinus estáis entoavía!¡Venga, venga, comé, a jartaros de comé!

Ahora, un día se les perdió el rabu del ratón, y ya tuvon que enseñá el dedo, y ya estaban mu gordos, y fue y los sacó del arca. Con que cogió y los mandó a buscá un jaz de leña, que los quería asá en el jornu, y necesitaba la leña pa calentá el jornu. Fue y les echó pa la merienda un pan y una bota de vino, y les fue y les diju: “Mira, si no queréis que vus pase ná, tenéis que bebé el vino de esta bota sin destaparla, y tenéis que encetá el miajón de pan, tenéis que comé del miajón sin romper el pan”.

Bueno, pos ellos salieron de la cueva tos asustaos y, cuando estaban en el bosqui arrepañando la leña, se les apareció una señora, y les dici: “¿Qué hacéis pol aquí niñus, qué es lo que hacéis?”

“Pos miri usté, que nos ha madao una bruja Jáncana a pol un jaz de leña pa calentá el jornu”. Es dici ella: “Mirá, esa leña que lleváis es pa asaros a vosotrus”.

Y fue la señora y les encetó el miajón sin rompé el pan, y les dio vino pol la bota sin destaparla. Luego, fue y les dijo: “Cuando la Jáncana vos diga que os sentéis en la pala pa meterus en el jornu, le tenéis que decí –a vé señora, si sienti usté primeru, que nosotrus no sabemus- y cuando ella se sienti en la pala, cogéis vosotrus y la levantáis pa’rriba y decís –arriba, Vírgen María, que en la pala te tengo metía-

Y así lo hizon. Llegaron a la cueva, y dicho y hecho. Cuando fue la Jáncana y se sentó en la pala, cogieron ellos la pala, a apalancaron pa’rriba y dicin: “¡Arriba, Vírgen María, que en la pala estás subía!

Y cogieron y la echaron pal jornu, ande se quemó viva. Y cuando se quemó viva, salieron un león y una leona del jornu.

Y colorín colorao, el cuento está acabao.

 

Araceli Azabal Iglesias (Asegur). EN: El Correo jurdano, n. 27, (dic. 2002), p. 28-30.

 

 

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